domingo, 14 de noviembre de 2010

Sobre la deconstrucción/reconstrucción de la imagen de Nestor Kirchner, ya lo decíamos...

Este post es entre otras cosas (digámoslo) un apuntalamiento del ego del autor del blog (como diría -creo- el Comandante Cansado). Hablábamos aquí (replicado aquí) sobre el rápido reciclado de la imagen de NK frente a las manifestaciones innegablemente espontáneas de afecto por parte de sectores amplios y diversos de la población: del tipo intratable, fascistoide a una especie de santo todo terreno en menos de 24 horas. En ese post mencionado, comenté que me preocupaba la esterilización de la imagen vía magnificación: nadie se conveirte en un militante político hoy para ser un héroe y dejar la vida ahí: se hace militancia política como forma de manifestación democrática y pacífica de valores, creencias y proyectos que se presuponen válidos y viables. Darle a uno de los pocos (tal vez el único) político popular moderno de la Argentina una dimensión heroica significa darle dimensiones "suprapolíticas". Entonces el camino elegido por ese personaje se vuelve inseguible.

Aquí, en el Página/12 de hoy, Horacio Verbitsky escribe justamente unos párrafos de su nota principal tocando este asunto:

Un hombre ordinario (extracto de la nota "La hipnosis terminó", por Horacio Verbitsky, Página/12 del 14 de noviembre de 2010)

Unos minutos más tardó en instalarse la respuesta al nuevo escenario: como el primer día del gobierno de Kirchner en 2003, igual que al asumir Cristina en 2007 o como al conocerse los resultados del escrutinio de 2009, la condición pregonada para la gobernabilidad fue el consenso y la concertación con los intereses corporativos. Esta insistencia en torcer la voluntad del gobierno por medios insidiosos, es una muestra de impotencia de quienes no pueden imponer sin amenazas su propia agenda, por falta de fuerza, de cohesión y de proyecto. Kirchner tuvo la sagacidad de persistir en el rumbo trazado sin amilanarse por riesgos ni contratiempos. Esa obstinación en perseguir un objetivo claro por encima de las contradicciones inevitables de la acción política, la sencillez del discurso que repitió sin variar durante años y su coherencia con la práctica es lo que el país reconoció con demostraciones de amor y gratitud como no se recuerdan en muchas décadas, por parte de la multitud más diversa de la historia, donde los sindicatos obreros coincidieron con las minorías sexuales. Sólo la ceguera irremediable de quien no quiere ver puede confundir con necrofilia este diálogo profundo de una sociedad en mutación con el liderazgo que le permitió emerger. A los pocos días, comenzó una desaforada idealización. ¿Quién podrá llenar el vacío que deja tan enorme figura?, es el solapado subtexto que, una vez más, apunta a menoscabar a Cristina, reciclando la ficción de que él era el único poder real. El mejor ejemplo está en el título de la crónica del diario Washington Post, “Transición sudamericana: las dos mujeres que liderarán el futuro de Brasil y Argentina”. A ambas les vaticina “una transición difícil”, como si CFK recién se hiciera cargo de la presidencia, al mismo tiempo que la electa Dilma Rousseff. Kirchner sólo fue un hombre ordinario que, puesto en una situación extraordinaria, estuvo a la altura del desafío. No más, pero tampoco menos. Lo mismo vale para su esposa. Eso es lo que el pueblo celebró en Buenos Aires y Santa Cruz, con tristísima satisfacción. (Las negritas en el texto son mías).

Ya lo decíamos, eh?




1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente informe lo pondre en facebook