Pasé una parte del fin de semana pensando que debería haber posteado algo el 2 de abril. El tema es que el 2 de abril nunca me resultó una fecha fácil de procesar. A veces algunas fechas se te cruzan con algunas coordenadas de la propia vida, de alguna forma me ocurre eso cuando pienso en aquel 2 de abril de 1982. Este post no es en realidad sobre el 2 de abril, sino más bien sobre algunos recuerdos del 2 de abril de 1982 y días aledaños (antes y después).
Casi todo el mundo recuerda qué estaba haciendo ese día cuando escuchó la noticia. Yo me acuerdo perfectamente: mi rutina de levantarme a las 6:30 para (en exactamente media hora) prepararme para ir al cole. Pantalón gris, camisa celeste, hacer el nudo de la corbata, ponerme los zapatos. Todo eso mientras (como todos los días) mi viejo ya estaba desayunando su café con leche + Criollitas + mermelada de naranja + Clarin y mi vieja más o menos lo mismo, pero escuchando a Magdalena en Radio Mitre. Un clásico. Ese 2 de abril había clima de "... y ahora qué va a pasar...": casi nadie parece acordarse, pero dos días antes, la CGT organizó (y realizó) la primera manifestación abierta, masiva, de laburantes y militantes por el centro de Buenos Aires contra la dictadura. Cuando digo la primera, me refiero a la primera que me agarró con alguna idea de lo que eso podía significar (una primeridad subjetivisima, claro). No entendía muy bien, pero en aquel momento, de una forma primitiva, me parecía que algo se estaba quebrando en la noción de eternidad de la dictadura.
En abril de 1982 yo tenía 13 años y hacía un mes y medio que había vuelto de una experiencia que me voló la cabeza como nunca antes y pocas veces después: mi primer viaje a Europa a visitar a mi abuela (que vivía en Paris) y retomar contacto con mis primos y tíos, en aquel entonces exiliados en Francia. Ese viaje tuvo muchas primeras veces: mi primer viaje en avión, mi primer viaje solo (mi abuela me esperaba del otro lado, pero solito y solo andando por los entonces desconocidos corredores de Ezeiza con rumbo a quién sabe qué... y andá a saber si del otro lado del mundo no me desencontraba con mi abuela), primera salida del país (y nada menos que a otro continente)... pero sobre todo (y esto no lo sabía pero comencé a saberlo ni bien llegué al otro lado) primera vez yendo a ver en el terreno cómo funciona una sociedad democrática y libre (hasta ese momento no tenía mucha idea de cómo podía incidir eso en mi vida cotidiana más alla de poder ver mujeres con menos ropa en la tele, y que tal vez mis tíos y primos pudiesen planear una vuelta al país). Ese viaje me voló la cabeza porque (aunque parezca mentira) por primera vez pude asociar "en la piel" la política con el drama del exilio, los desaparecidos, la falta de libertad... todo lo que se nos hizo obvio después. Tenía esas nociones, pero disociadas y desordenadas.
Un mes y medio antes del 2 de abril de 1982 vi por primera vez en vivo una manifestación contra un gobierno (el de François Miterrand). Paseé entre los manifestantes, furiosos por el aumento del precio de la harina (y por lo tanto el pan) si mal no me acuerdo. Vi propagandas en la calle y en la tele de cosas increíbles: shows eróticos u obras de teatro en las había desnudos que nadie comentaba particularmente. Algunas tetas en la tele, tipos barbudos y de pelo largo eran frecuentes en las calles, y una que otra pareja gay besandose en los puentes sobre el Sena. Finalmente, "todos los libros" estaban en las librerías y bibliotecas, sin listas negras... sin títulos que debían ser quemados. Fascinado con ese mundo, entendí lo concreto que era el retorno a la democracia para construir una vida libre. Una visión precaria, superficial, bastante autocentrada... como probablemente tantas otras que construí después sobre este y otros asuntos. Pero fue el germen para preocuparme por entender y querer hacer.
El 2 de abril de 1982 entonces, yo estaba todavía bajo la fuerte impresión de aquella marcha de la CGT. Había un general patético haciendo un discurso y hablando de la patria, la bandera, esas cosas que para mí no significaban mucho, esas cosas de las cuales todavía hoy me cuesta mucho trabajo apropiarme. Y de repente, en cuestión de pocas horas, en el colegio, entre mis amigos, en todas partes, parecía que todos estaban de acuerdo con el significado de la palabra patria, y más soprendente aún: con el significado de la palabra imperialismo. Eso siempre me hizo ruido. Hasta hice una incursión al consultorio de un pariente psicólogo para descubrir por qué ni siquiera en ese momento podía ajustarme a lo que pasaba alrededor. Solitariamente NO participé de ninguna colecta de dinero ni de víveres, ni de frazadas ni de nada para mandar a Malvinas. No tenía información precisa, pero no me entusiasmaba que la marina británica estuviera mandando sus barcos a los mares del sur. No me entusiasmaba la súbita confianza nacional en unas fuerzas armadas cuyos oficiales históricamente habían sido formados para planificar secuestros y torturas de poblaciones civiles desarmadas en escenarios conocidos. Sobre todo teniendo en cuenta que iban a poner pibes un poco mayores que yo como carne de cañón contra fuerzas profesionales, bien entrenadas, en un terreno que les era desconocido. No me cerraba que para llevar adelante una guerra contra una potencia extrangera hubiera que hacer donaciones de alimentos y frazadas, como si se tratase de una catástrofe natural tomándote por sorpresa.
Después vino todo lo que sabemos: el drama de los pibes... pero no los de San Isidro o Recoleta, los de un pueblito del interior de Corrientes, o de Tucumán, o Formosa... enfrentándose por primera vez a un FAL cuyo caño se les recalentaba entre las manos... cagados de frío pobrecitos... muriendo de miedo... maltratados de todo maltrato. El hundimiento del ARAS General Belgrano, José Gomez Fuentes en la tele, flashes mostrando a Margareth Thatcher sonriente, el General Galtieri dando discursos, Gomez Fuentes de nuevo diciendo que esa mujer estaba preocupada por los triunfos argentos, las proezas sorprendentes de "nuestros" aviadores piloteando los "Pucará" (de fabricación nacional pero "powered by Turbomeca - Astazou, Rolls Royce"), el General Galtieri confundiéndose en un abrazo con Fidel Castro, Gomez Fuentes de nuevo diciendo que las Fuerzas Armadas Argentinas estaban ganando la guerra, Pinohcet dando apoyo a la aviación británica, los compañeros del colegio y los amigos diciendo que yo (13 - 14 años) era un amargado y un pesimista irremediable (sigo más o menos igual), que estábamos ganando la guerra. Y finalmente (previsiblemente) la rendición... los pibes volviendo... llorando. Todos llorando, puteando, y ni siquiera el mundial de España, que cuando empezó.. "sabés como los vamos a dejar a los gallegos esos...", pero ganarle a la selección brasilera...
Los recuerdos son un tanto caprichosos, arbitrarios... nunca voy a saber exactamente por qué me vienen estas cosas a la cabeza y no otras... no me da mucho placer recordarme a mí mismo a contramano de todo y sin estructura para poder sostenerlo. Supongo que ahí fue cuando empecé a convencerme de que eso me iba a pasar más veces. Todavía pienso que las Malvinas (o Falklands, que por ahora es el nombre oficial... quien posee nombra lo poseído) bajo dominio británico son una afrenta al sentido común. Como Gibraltar en España, o Ceuta y Melilla en Marruecos... no es para estar conformes... pero esas dos grandes piedras en los mares del sur no valen todo eso... y sobre todo no valen el olvido del verdadero motivo de aquella guerra, un motivo bien pequeño: apagar la llama que se encendía con aquella manifestación de la CGT.
Actualización:
Por azar acabé cayendo un día tarde en este post del Blog de Eva Row, que (creo) me hubiera confortado muchísimo hace unos 19 años.
5 comentarios:
Muy bello post Ariel, muy fresco, se siente a un chico de 13 años palpitar en la escritura de un adulto.
Eva, muchas gracias por tu comentario. Es muy estimulante.
Creo que la militancia nac&pop aún no salda el debate sobre Malvinas. Se me hizo tangible el último 2 de abril, cuando vi las diferencias entre lo que publicaban algunos de mis compañeros y lo que poníamos otros al evocar la fecha en facebook. Una de las pocas cosas que recuerdo- tenía 4 años- es a mis viejos escuchando radios del exterior por onda corta. Años después entendí por qué.
Antares, estoy de acuerdo. Es que algunos ni siquiera lo tenemos bien discutido con nosotros mismos! El recuerdo nítido que tengo de la radio de onda corta fue cuando anunciaron el Nobel de la Paz para Adolfo Perez Esquivel. En relación con lo de Malvinas me acuerdo más de Ariel Delgado, creo, en Radio Colonia!
Buena imagen, tuve sensaciones parecidas en aquella época. Yo también era pendejo, y recuerdo que no entendía la actitud patriotera que más parecía de fútbol que de otra cosa. Por suerte varios de mis compañeros compartían estar en contra de la dictadura, y eso hizo más fácil el período. Recuerdo escuchar la "Radio Atlántica del Sur", la de los ingleses en Ascensión
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