Ayer fue aprobada por mayoría simple en la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados la propuesta de despenalizar el aborto dentro de las primeras doce semanas de embarazo, y garantizar dentro de este marco el libre acceso a esta práctica en hospitales y centros de salud públicos de manera gratuita. Es difícil exagerar la importancia de este avance, que toca de diferentes formas prácticamente todas las puntas de la sociedad:
1. los derechos de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo;
2. la salud pública;
3. las desigualdades económicas (se sabe que las prácticas de aborto se distribuyen de forma bastante equitativas entre todos los sectores socioeconómicos, pero las personas con recursos lo hacen en el exterior generalmente);
4. la relación heredada (todavía demasiado promiscua, aunque va mejorando) entre el estado y la iglesia católica;
5. la (necesidad de una mejor y más eficiente) educación sexual;
esta lista, claro, es no exhaustiva. Sigue el camino de construcción de un país más libre y con más protecciones a aquellos que están más expuestos.
Por si hace falta aclararlo, no estoy a favor del aborto en sí, de forma genérica e indiscriminada. Estoy a favor de considerar la decisión de abortar como una decisión del ámbito privado de las personas interesadas, particularmente la madre gestante, que es la que pone el cuerpo. Estoy a favor de la no continuación de embarazos no deseados. El embarazo en sí es una experiencia intransferible, cada mujer que lo vivió sabe lo terrible o maravilloso que puede ser. Los que no lo vivimos (y los hombres, que estamos condenados a no vivirlo nunca, je) sólo podemos mirarlo desde afuera, y tratar de entenderlas a ellas que lo disfrutan, y a ellas que lo viven como una condena... a todas.
Actualización:
Como siempre, Gustavo Arballo en su excelente blog Saber leyes no es saber derecho, escribe este post en el que aclara algunos criterios en relación con la jurisprudencia, y provee links directos a los proyectos que fueron discutidos. Vale la pena leerlo.
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