No tengo un gran recorrido por los mayores museos antropológicos de América Latina: no fui a Mexico ni estuve en Lima o Quito, donde se guardan tesoros increíbles según cuentan los libros y los viajeros. Estuve sí en Cuzco y La Paz, donde pude apreciar asombrosos artefactos (en el sentido antropológico del término) pre-colombinos. Asombrosos por la belleza, por la tecnología utilizada, la capacidad de representar de forma maxi o minimalista porciones de la realidad que en la cosmovisión de cada cultura que los produjo (cada artesano o artista producto de esa cultura) resultaron relevantes en ese tiempo... o resultaron relevantes através del tiempo. Objetos reveladores que dialogan con nosotros y nos hablan de saberes inmemoriales. Soy un profundo admirador de las miradas diferentes Y no es casualidad el abuso de la palabra mirar y sus derivados en este post. El Museo del Oro del Banco de la República, en Bogotá, es (de los relativamente pocos que ví) uno de los que más me impresionó. El acervo es espectacular, pero hay algo que debe ser destacado: la curadoría del museo es fuera de serie. La organización de las piezas, los audiovisuales, la contextualización en relación con otras culturas... el Museo del Oro es un orgullo para los colombianos, y merece claro, una postal de viaje. Aunque no haya sacado fotos.
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