martes, 22 de junio de 2010

Recuerdos de adolescencia en San Isidro

A veces uno vuelve sobre sí mismo, a veces uno reedita alguna memoria. A veces uno vuelve a lugares de donde nunca se fue completamente, y por un breve lapso a veces uno vuelve muy atrás en el tiempo, a algún lugar de donde uno se fue... pero un lugar que nunca se fue de uno. A veces uno vuelve a una maniana helada de iniverno, a un cielo azul oscuro de frío, pero soleado como solo en este lado del mundo puede solearse un cielo. A veces uno vuelve a unas callecitas empedradas y retorcidas en San Isidro, a una plaza con una catedral neogótica, una escalinata, una plaza rodeada de casas coloniales y árboles que dan testimonio de todo el tiempo. Uno puede volver a una vista panorámica sobre ese río que se llama "de la Plata". A veces uno vuelve sobre esos casi-mediodías en los que uno no estaba en donde tenía que estar, pero estaba en un café haciendo cosas adolescentemente más urgentes y terribles, como leer un cuento de Cortazar intentando impresionar a aquella chiquilla, o con cuatro amigos intentando destripar un poema de Neruda como si fuera el motor de un auto... para ver "cómo mierda funciona", a ver si podía uno hacer algo que fuera igual de efectivo para levantarse a aquella compañerita de otra división que no te dejaba dormir... "a ver si un día consigo hacer algo parecido pero mío, hablando de sus ojos...". Estoy transcribiendo esta servilleta de papel escrita en aquella (o esta) mesa de café... esta efímera máquina del tiempo que está constituida por ese sol, este frío, este pocillo de café tan negro, este cielo azul, y todas esas hojas de los plátanos que todavía tapizan las calles empedradas con esos reflejos dorados...


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