tem apenas uma vaga lembrança..."
(anónimo brasilero en una
discusión sobre tecnología
en una playa de Ilheus al caer el sol,
lugar y momento inadecuados
para esas cosas si los hay)
En estos días estuve recordando esa frase escuchada muchos años atrás. Y todo vale, ya que este post es sobre recuerdos y olvidos en diferentes planos. Hace un poco más de un mes, le compré a una chica que vendia cosas en la calle un pen-drive de 32 Gb por el módico precio de R$S 45,00. Un precio absurdamente barato. No tenía muchas dudas sobre su funcionamiento: estaba seguro de que no iba a dar 32 Gb. Pensé (optimista) que tal vez tuviera quemado algún componente y guardara apenas dos tercios, o la mitad de la capacidad prometida. Igual iba a estar muy bien para lo que necesitaba, sobre todo considerando que estaba destinado a sustituir uno de 250 Mb. En el peor de los casos no iba a funcionar e iba a tener que cambiarlo. Pero pasó algo que me quedó rebotando en la cabeza. Mi pen-drive guarda toda la información que le coloco, hasta cerca de 32 Gb... pero por un tiempo corto, unos 15 minutos. En otras palabras: mi pen-drive se acuerda de mucho por un rato y después se olvida de todo. Más aún: estaba destinado a sustituir uno que se acordaba de pocas cosas pero por mucho tiempo.
Hasta hace unos días estaba pensando en reclamar o tirarlo. Pero cambié de idea: me di cuenta de que por una ventana de la realidad se había filtrado un objeto entre cortazariano y surrealista, que era una manifestación de arte y que invitaba a pensar sobre olvidos y recuerdos... Después de todo no parece haber nada más inútil que un pen-drive que olvida. Ahora lo tengo bien guardado, una máquina de olvidar que me recuerda que lo compré para acordarme de cosas que me olvido. Y puedo decir con seguridad que mi pen-drive no tiene memoria, apenas un vago recuerdo, y que esto no es una metáfora sino la verdad pura y dura.
Hasta hace unos días estaba pensando en reclamar o tirarlo. Pero cambié de idea: me di cuenta de que por una ventana de la realidad se había filtrado un objeto entre cortazariano y surrealista, que era una manifestación de arte y que invitaba a pensar sobre olvidos y recuerdos... Después de todo no parece haber nada más inútil que un pen-drive que olvida. Ahora lo tengo bien guardado, una máquina de olvidar que me recuerda que lo compré para acordarme de cosas que me olvido. Y puedo decir con seguridad que mi pen-drive no tiene memoria, apenas un vago recuerdo, y que esto no es una metáfora sino la verdad pura y dura.
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